
¿Cuántas veces has dicho: «Me cuesta ponerle precio a lo que hago»? ¿O has aceptado un trato que no te convencía solo para no perder al cliente? ¿Te has cachado trabajando de más y cobrando de menos por tu esfuerzo?
Si alguna de estas situaciones te resulta familiar, no estás sola. Emprender siendo mujer implica un reto doble. Crear algo con tu sello personal y, al mismo tiempo, aprender a sostenerlo con finanzas sanas y decisiones firmes.
La buena noticia es que negociar, cobrar y crecer con seguridad no es un talento innato ni un rasgo reservado a personalidades duras. Es una habilidad que se aprende, se practica y se fortalece con el tiempo.
Ese reto individual forma parte de un panorama mucho más amplio, donde la manera en que las mujeres estamos transformando el emprendimiento se convierte en el primer paso para crecer con seguridad.
Paso 1: reconocer el poder del emprendimiento femenino
Hoy, el emprendimiento femenino va mucho más allá de los pequeños negocios desde casa o el “ingreso extra”. Estamos en un contexto donde cada vez más mujeres, inician proyectos sólidos, lideran equipos multidisciplinarios, levantan inversiones o consolidan marcas que generan impacto real en sus comunidades y en el mercado.
Vivimos en una etapa histórica en la que la participación de las mujeres se ha convertido en motor económico. Sin embargo, el camino no está libre de retos. Aún persiste la expectativa cultural de que como empresaria debes ser siempre amable, flexible y conciliadora. Se aplaude la creatividad, pero se cuestiona la firmeza. Y cuando decides poner límites claros, defender tus condiciones o negociar lo justo, muchas veces se interpreta como ser “demasiado dura o poco prudente”.
Este doble estándar sigue siendo un obstáculo silencioso, pero no imposible de derribar. El siguiente paso es comprender por qué aprender a negociar puede transformar tu manera de emprender.
Paso 2: aprender a negociar y comprender su importancia
Negociar no significa pelear por un precio ni sonar agresiva. Significa reconocer tu valor, expresarlo con claridad y crear acuerdos donde ambas partes ganen. Cuando sabes negociar:
- Cobras lo justo, sin miedo a que el cliente se vaya.
- Construyes relaciones sólidas con clientes, proveedores e inversionistas.
- Te das permiso de crecer, sin sentir que le estás quitando algo a alguien.
En pocas palabras, es el puente entre tu talento y tu prosperidad. Si no la practicas, corres el riesgo de trabajar mucho, pero ganar poco. El tercer paso te invita a identificar los distintos escenarios donde la negociación entra en juego.
Paso 3: identificar los tipos de negociaciones
Una vez que comprendes el valor de negociar, es clave reconocer los frentes en los que esta habilidad se vuelve necesaria. Tu negocio te enfrenta a situaciones distintas y, en cada una, necesitas fortalecer tu manera de expresar lo que ofreces, mantener tus límites firmes y mostrar seguridad en tus decisiones.
A continuación, verás cómo se presentan los principales tipos de negociaciones y de qué manera cada uno impacta directamente en lo que cobras por tu trabajo y en tu capacidad de crecer con estabilidad.
Con clientes
La negociación más común y visible. Aquí defines cuánto vas a cobrar, en qué plazos recibirás el pago y qué incluye (y qué no) tu producto o servicio. Negociar bien significa defender tu precio y dejar claras las reglas desde el inicio para evitar malentendidos que más adelante pueden costarte tiempo, energía o dinero.
Ejemplo
Si ofreces consultoría, no basta con decir: «Mi hora cuesta tanto». Necesitas definir cuántas revisiones entran en la propuesta, qué ocurre si el proyecto se alarga y cómo se realizarán los pagos.
Con proveedores
Aquí se juega tu margen de ganancia. Negociar con proveedores implica conseguir mejores precios, tiempos de entrega o condiciones de pago que te permitan sostener tu negocio sin descapitalizarte. No se trata de regatear, sino de construir una relación sostenible donde ambos ganen.
Ejemplo
Si compras materia prima, quizá no consigas un descuento de inmediato, pero sí puedes acordar plazos más flexibles o precios preferenciales por volumen que mejoren tu flujo de caja.
Con inversionistas o socios
La negociación gira en torno a visión, determinación y participación. Tu reto está en comunicar con certeza hacia dónde se dirige tu negocio, qué necesitas y qué estás dispuesta a dar a cambio. La seguridad se refleja en no ceder más de lo que corresponde a tu valor y esfuerzo.
Ejemplo
Si buscas un socio estratégico, la conversación no es «qué me das y qué te doy», es «cómo construimos un proyecto en el que ambas partes puedan crecer de manera sostenible».
Contigo misma
Quizá la más silenciosa, pero también la más decisiva. Es la negociación con tus miedos y creencias limitantes. Esa voz que te dice: «Mejor baja el precio para no perder al cliente» o «Espera a tener más experiencia antes de cobrar lo que vale tu trabajo». Y aquí está el punto clave. Si no logras convencerte a ti misma de tu valor, será difícil que alguien más lo reconozca.
Ejemplo
Cuando preparas una cotización y dudas en poner el precio justo porque temes que lo consideren muy caro. Negociar contigo misma es recordarte que tu tiempo, experiencia y conocimiento tienen un valor real que mereces cobrar.
El resultado de estos aprendizajes es sostener tu valor con seguridad. Eso te permite cobrar lo justo, crecer con confianza y sin culpas. Recuerda que tu camino es único, y en esa autenticidad está tu mayor fortaleza.
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