Derecho al Patrimonio

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Los derechos ganados no siempre son respetados, la cultura, las normas sociales o incluso el miedo, pueden privar a las mujeres de ejercer sus derechos.

¿Por qué, a pesar de tener los mismos derechos, las mujeres no cuentan con el mismo acceso a crear un patrimonio?

Hace 70 años las mujeres obtuvimos el derecho al voto en México, después de 30 de exigirlo, sin embargo pasaron años para que una mujer llegará a un puesto de gobierno.

A pesar que desde 1948, se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos, en la que se afirmó que los derechos se aplican a mujeres y hombres “sin distinción alguna”, derechos económicos, sociales y culturales como el voto, el trabajo digno y la propiedad han representado batallas que en muchos países aún se libran. 

Los derechos ganados no siempre son respetados, la cultura, las normas sociales o incluso el miedo, pueden privar a las mujeres de ejercer sus derechos. 

La discriminación profundamente establecida en el sistema permite que exista la desigualdad en el matrimonio, la herencia o el reconocimiento a la ley privando a muchas mujeres de recursos, como el crédito y la vivienda. 

Acorde con el Banco Mundial alrededor del 40% de las economías del mundo cuentan al menos con 1 restricción legal sobre los derechos de las mujeres a la propiedad, y en 39 países se permite que los hijos hereden una proporción de bienes mayor que las hijas (1).

En México, según la Encuesta Nacional sobre Inclusión Financiera (2021) solo el 42.6% de las mujeres tienen una cuenta de ahorro formal. Asimismo, tan solo el 31.7% de las mujeres cuentan con un crédito formal, de los cuales en su mayoría son créditos de tarjetas bancarias, el crédito de vivienda para las mujeres representa apenas un 4.5% (2). 

¿Por qué, a pesar de tener los mismos derechos, las mujeres no cuentan con el mismo acceso a crear un patrimonio? 

Históricamente, por factores socioeconómicos como la falta de igualdad salarial, ya que según el Banco Mundial 95 países no garantizan la igualdad de remuneración por un trabajo de igual valor (3), las mujeres han estado relegadas en las decisiones financieras. 

Se nos ha mantenido al margen de las decisiones económicas en el país, por la poca representación, y en las familias, por la costumbre. Cómo se gana y gasta el dinero, dónde se invierte y cómo se mantiene, son decisiones que tradicionalmente se han impuesto sobre los hombres. Y el falso concepto de: las mujeres son “malas con el dinero”, ha permitido que este sistema se perpetúe.

Las mismas mujeres participamos en el mantenimiento del status quo cuando nos negamos a tomar responsabilidad sobre nuestras necesidades económicas. Cuando preferimos que alguien más tome decisiones financieras por nosotras. Ya sea por miedo a equivocarnos, por falta de recursos o de conocimiento, incluso a veces por comodidad, las mujeres permitimos esa exclusión financiera sin estar conscientes de sus consecuencias. 

Esta realidad nos pone en una situación de vulnerabilidad. La violencia económica existe y es más frecuente de lo que pensamos. La Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida Libre de Violencia (LGAMVLV, 2007), en su artículo 6, la define como toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de la agresión producida por la persona que ostenta el dominio económico, la manipulación para gestionar los gastos o la privación de recursos, lo que induce al aislamiento y la angustia por la satisfacción de las necesidades personales y/o familiares (4).

El dinero sirve como un medio de control, mujeres que dependen del ingreso de su pareja o familia, las que ponen a disposición de otros todos sus recursos, las que son acorraladas por malas decisiones financieras de sus parejas, todas representan ejemplos de vulnerabilidad.

El mejor remedio para esta vulnerabilidad financiera es la creación de un patrimonio propio. Sin importar el estilo de vida que decida llevar cada persona, desde las emprendedoras hasta las amas de casa, es importante que construyan un ahorro propio, que tengan un historial crediticio a su nombre, una propiedad, o una inversión, ya que estas herramientas reducen el riesgo a sufrir abusos u otros tipos de violencia.

La mejor herencia que podemos dejar a mujeres y niñas de las próximas generaciones es una conciencia y responsabilidad económica. Quienes tenemos el privilegio (que debería ser derecho) de aprender sobre finanzas, de hablar sobre dinero y de cuestionar la norma social que por años nos mantuvo al margen, también tenemos cierta responsabilidad de ejercer ese derecho, así como la oportunidad para ayudar a otras a conseguirlo.

Es momento de disfrutar, aprovechar y asegurar los derechos económicos que nos regaló una generación de mujeres que lucharon por la igualdad. Es tiempo de tomar el control de nuestro dinero, de ser valientes y atrevernos a multiplicarlo, de perder el miedo a crear un patrimonio propio y de seguir promoviendo la independencia financiera.

El mejor remedio para esta vulnerabilidad financiera es la creación de un patrimonio propio.

Glosario

Violencia Económica

Toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, así como la percepción de un salario menor por igual trabajo, dentro de un mismo centro laboral.

Independencia Financiera

Tener la capacidad de mantenerte, renunciar a tu trabajo, emprender, etc.

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