Mi mayor reto financiero: la comparación y el creer en mí
Aquí vas a encontrar:
Cómo Reconocer las emociones en torno al dinero
Memoria monetaria, ¿qué es y para qué sirve?
Miedo y comparación, mi reto más grande
Nuestro acuerdo: hablar siempre con la verdad
Aunque cada día se habla más sobre la importancia de conectar con nuestras emociones, me doy cuenta de que, cuando se trata de dinero y de lo que este despierta en nosotras, la conversación sigue siendo rígida y compleja.
Cuando comencé el curso de Clara sobre Intimidad Financiera, jamás pensé que me llevaría a descubrir que, a pesar de darme la oportunidad de aprender más sobre finanzas, tanto personales como en pareja, todavía encuentro rastros de esas creencias que me frenan de vivir una relación más libre y saludable con el dinero.
Este curso, dirigido por Jessica Vázquez, está diseñado para explorar, evaluar y enriquecer la relación que compartimos con nuestra pareja en torno al dinero. Lo más interesante es que también te impulsa a realizar un trabajo personal, esencial para que el esfuerzo conjunto realmente funcione.
Ahora ¿por qué creo que es importante abordar las creencias limitantes al hablar de finanzas? Por un lado, porque sé lo que implica dudar y cuestionarse a una misma. Y, por el otro, porque vale la pena compartir que tomarte el tiempo para entender tus propios frenos te permitirá identificar de dónde provienen, lo que hará que pierdan su poder y, finalmente, se desvanezcan.
Reconocer las emociones en torno al dinero
Aunque cada día se habla más sobre la importancia de conectar con nuestras emociones, me doy cuenta de que, cuando se trata de dinero y de lo que este despierta en nosotras, la conversación sigue siendo rígida y compleja. Esto se debe, en gran medida, a lo que aprendimos en casa, lo que observamos en otros y a lo que vemos en redes sociales.
Lo sé porque, a pesar de que considero que estoy en sintonía con mis emociones, he aprendido que sentirlas es solo el primer paso en un viaje más profundo. El cual me ha permitido reconocer su origen, observarlas sin juzgarlas ni juzgarme y darme cuenta de que puedo transformar mi relación con ellas. Así he logrado reformular esas ideas limitantes y construir una nueva perspectiva financiera, una que poco a poco me impulsa en lugar de obstaculizar mi relación con esta herramienta esencial en la vida diaria.
Pero ¿qué sucede con esas emociones que este curso me ayudó a identificar y que aún aparecen de vez en cuando? Te comparto cuáles son, por sí también llegas a vivirlas en algún momento.
Memoria monetaria, ¿qué es y para qué sirve?
Antes de hablarte sobre las dos emociones que más me impactaron al escuchar a Jessica, es importante entender lo que ella define como memoria monetaria. Este término se refiere a los patrones y creencias que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestras vidas con respecto al dinero.
Una de las creencias que más resonó conmigo, y que salió a la luz durante el segundo año de estar con mi pareja, fue mi patrón monetario de: «Necesito ser independiente». Con el tiempo, entendí que esta creencia estaba arraigada a mi deseo de demostrar autosuficiencia, incluso si eso implicaba hacer sacrificios o asumir riesgos innecesarios. Este patrón me llevó a adoptar una mentalidad de escasez, con pensamiento como: «No tengo suficiente».
A diez años de esa reflexión, las conversaciones con mi pareja me han permitido comprender que esta necesidad de «ser independiente» se originó, en parte, por lo que escuché en casa sobre la importancia de tener mi propio dinero. Además, durante esa época en la que vivía sola, quería demostrarme que era capaz de mantener mi hogar, cubrir mis gastos y disfrutar pequeños gustos sin preocupaciones. Sin embargo, he llegado a reconocer que, aunque puedo tener mis propios ahorros, estar en pareja implica formar un equipo. Esto significa cuidarnos mutuamente y compartir gastos, lo cual es esencial para mantener una dinámica financiera positiva.
Miedo y comparación, mi reto más grande
No sé si a ti te pasa lo mismo, pero más que compararme con otras personas, a menudo me mido con mi yo de épocas anteriores. No sé si esto es algo común, pero si eres emprendedora, sabrás que así como hay meses buenos, también hay períodos más difíciles. Y es así como, de vez en cuando, me encuentro reflexionando: «Si antes ganaba esto, ¿qué ha cambiado?». Me culpo, como si todo estuviera bajo mi control. Y, una vez más, como menciona Jessica, caigo en una mentalidad de escasez.
La escasez, esa sensación de insuficiencia, me lleva al miedo. Miedo cuando los ingresos fluctúan, miedo a perder el control sobre ciertas situaciones, y miedo a cómo pueda percibirme mi esposo. Pero mi mayor temor es olvidar que lo que gano, lo que tengo en mi cuenta de banco o lo que puedo o no pagar no define mi valor como persona.
He aprendido, gracias a mi esposo, a la terapia, a mi círculo cercano y ahora a este curso, que mi valor —y el valor que tenemos como mujeres— va mucho más allá de lo económico. Reconocer esto es el primer paso para soltar ese miedo.
Nuestro acuerdo: hablar siempre con la verdad
A lo largo de más de diez años de relación, he aprendido que la honestidad es fundamental para avanzar juntos y, afortunadamente, este principio se destaca en el curso. Para nosotros, este acuerdo aplica a cualquier tema que decidamos poner sobre la mesa, incluido el dinero.
Reconozco que no es fácil, ya que el dinero está íntimamente ligado a la vulnerabilidad. Hablar sobre él puede sentirse incómodo, pero la única manera de hacer equipo en una relación de pareja es compartiendo todo lo que piensas, dudas, reflexionas o necesitas.
Por ejemplo, si digo: «No tengo dinero», mi pareja podría interpretarlo como una señal de alarma. Aquí es donde entra mi mejor consejo, siempre pregunta. En este caso podría aplicar un: «¿A qué te refieres?». Porque, para algunas personas, esa frase puede significar que no tienen suficiente dinero en este momento, que están esperando un pago o que sienten que no pueden permitirse ciertos gastos. Todo es relativo, y cuando se trata de dinero, es mejor no dejar nada a la suposición.
Las preguntas evitan malentendidos y, lo más importante, crean un espacio para una comunicación sincera y empática. Porque solo cuando compartimos nuestras inquietudes económicas sin filtros podemos encontrar soluciones juntos, desarrollar nuevas estrategias y, sobre todo, reafirmar que somos un equipo, tanto en los momentos de abundancia como en los momentos de incertidumbre.